miércoles, 21 de septiembre de 2011

Comentario publicado Antonio Bizcocho en el blog de Habitantes y Gentes de El Puerto

Cuando era niño, pasaba de la mano de mis padres delante de la puerta del Neno, cucurucho en ristre, y me llamaba la atención el interior del bar con forma de camarote, tan concurrido como el de los hermanos Marx (desconocía entonces la “grasia”, el arte y la ironía, que también encerraban sus paredes) todo de madera, nudos marineros, navío encallado en la arteria principal de Valdelagrana, soñando con volver al mar.
Pasaron los años. Disfruté mi juventud veraniega entre los bares de alrededor de la famosa “pollería” y las discotecas de Vistahermosa, allá por los años 80 y primeros 90 (tal vez la época dorada de Valdelagrana). El Neno quedó anclado en la nebulosa del recuerdo como un bar de puretas. La movida se encontraba en otra parte. En fin, carencias de la inexperta primera mocedad porque, como El Neno, siempre somos jóvenes; lo que ocurre es que vamos quemando etapas de nuestra eterna juventud.
Aquel esplendor ochentero fue pasto de la moda cambiante y, cuando volví a Valdelagrana, hace muy pocos años, comprobé cómo todos aquellos bares y discotecas en los que fuimos tan felices, habían desaparecido. ¿Todos? Afortunadamente todos no. El Neno seguía erguido cual bravo galeote, impertérrito ante las acometidas del Levante existencial. Su interior, conservaba ese buen gusto y señorío british, capitaneado desde el fondo por la imagen omnipresente del famoso Marqués de Pezagua, entrañable y querido personaje de la Bahía, al que no conocí personalmente pero cuyo espíritu presiento entre risas y licores espléndidamente bien servidos por PepeNeno, hijo legítimo del Marqués y uno de los últimos soñadores supervivientes portuenses.
Y aquí me encuentro, en la arteria principal de Valdelagrana. Quizás con veinte años de retraso. Troqué el cucurucho de chocolate por el RivesCola. Eso sí, sigo soñando, como todos los que por esta sabia barra naufragamos, paradójicamente, con volver al mar.

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